god´s war

Los dioses antiguos, inteligentes y soberbios, pronto descubrieron que era posible que su propia esencia energética transmutara hacia estados diferentes llamados materia. Podían también generar otros estados llamados por algunos "kum" y "ba" pero son aun difíciles de entender para mí y mucho más de explicar. No son ni materia ni energía y logran estabilidad más allá del espacio y el tiempo. La ciencia más actualizada acaba de dededucirlos pero todavía está en tinieblas su origen, su composición y su comportamiento y la llaman "materia oscura" y "energía oscura", de la misma manera que los cartógrafos medievales llamaban "terra incognita" a las masas que suponian pero no habian sido exploradas.
Tal vez alguien logre explicar cómo la energía colosal del instante cero pudo expandirse en cada universo. Cada dios creó su propio universo y lo llenó de materia y de ku y de almos, y al principio cada universo podía interactuar con los otros. Y muchos dioses y muchos universos mantenían un orden y un pulso. Y cada dios podía visitar universos vecinos o lejanos porque no había necesidad de cerrar el paso. Eran tiempos de mucha tolerancia y curiosidad.

Los dioses antiguos y creadores, disfrutaban del bullicio de sus obras. Estrellas, planetas, quasars, cometas, lunas, galaxias, pulsares, y todo tipo de maravillas emanaban de sus dedos, espirales de energía. El escándalo de la creación en un universo atraía a los dioses de otros rincones y se admiraban y se emulaban y se enseñaban. Algunos solo creaban masas materiales de polvo sutil, semejantes a nubes, y jugaban a darles forma y color. una sola sustancia que iba tomando diferentes aspectos según el tipo de energia luminosa.
Otros creaban solo estrellas gigantes, alineadas y perfectas. Todas del mismo tamaño, color, masa, brillo. La mayoría iba probando diferentes estructuras y formas de organizarlas, desechando a veces algunos resultados y especializándose otras veces en algo que les produjera placer.

Y no tardó alguno en provocar un bullicio aun más sorprendente. Cuando los materiales duros, todavía calientes por la carga de energía de su origen, se fueron enfriando, algunas fichas fueron movidas para generar lo que llamamos vida biológica. Estructuras de materia que al principio eran capaces de captar la energía y convertirla en materia. Luego condujeron la evolucion para dar lugar a los seres inversos, kis capaces de producir energía a partir de materia. Y una vez abierto el juego, la diversidad y profusión de criaturas fue incontenible. En millones de esferas enfriadas se multiplicaban las formas, los colores, los sonidos y los perfumes.

Los dioses iban y venían de un universo a otro maravillándose de los caminos que cada uno despertaba. Y era cuando imperaba una hermandad politeísta, donde los cantos creativos de cada dios se entretejían en buena sintonía, logrando una melodía armoniosa y refinada, de acuerdo a algún tema que se iba improvisando. Pero hubo una consicencia oscura. Un dios que empezó a viajar solo a las regiones desoladas, desiertas y vacías. Un dios al que le preocupaba que el vacío no pudiera ser llenado y que albergó el miedo al no ser. Al que le empezó a fastidiar tanto bullicio y retumbar cósmico. No disfrutaba ya de viajar a los reconocimientos de los universos paralelos de sus hermanos, ni le daba ninguna gracia que otros dioses, irrumpieran en sus mundos calmos y preguntaran a qué se debía tamaña monotonía.

Su universo no cobijó la materia autorreplicable. Su universo dejó de expandirse. Su energía dejó de evolucionar, y todo fue inerte, silencioso, oscuro y pacífico. Le llamaron el Señor de los Desiertos, porque no otra cosa era su creación. Y él se lo tomó muy mal. Maquinó en su interior que eran burlas de desprecio. Que seguramente pretendían exponerlo como poco hábil para las transmutaciones, o un sencillo ignorante del funcionamiento de la realidad.

No tardó en albergar sentimientos de angustia. No tardó en demostrar un deseo creciente de cerrar las puertas de su universo a las curiosas y festivas visitas de sus hermanos. Se fue convirtiendo en un dios solitario, huraño y contemplativo. Que solo gozaba de la paz de sus reflexiones y de alimentar un oscuro resentimiento que llenaba cada vez más su tiempo y su espacio.

Cierta ocasión (me cuesta decir cierto día o cierto año o cierto milenio) un incauto dios de pocos eones, que andaba itinerante en el conocimiento del multiverso, quiso echar una mirada en aquel universo que parecía no latir ni emitir ninguna clase de vibración. No encontraba la forma de ingreso, todas las formas de vibrar y de infiltrarse que conocía y había probado antes, no funcionaban aquí. Fue cuando se le ocurrió lo de los pasadizos sin luz, luego llamados agujeros negros. Caminos peligrosos para pasar de un universo a otro y conocer nuevos mundos y dioses.

Irrumpió sin intentar ninguna forma de aviso. Creyó que sería bienvenido como tantas otras veces. Cuando un dios irrumpe en otro universo lo hace con toda su materia y toda su energía, por lo que debe ser muy cuidadoso al elegir la entrada y el lugar de permanencia. Su entrada a ciegas, provocó un gran tumulto, choque de galaxias, emanaciones de todo tipo de frecuencias. Y el Señor de los Desiertos despertó. Abandonó su nido de silencio y autocomplacencia. y hecho una furia dirigió su conciencia hacia el centro del estruendo. Y no tuvo ni un segundo de vacilación. Usó la descomunal carga de energía que venía acumulando y que no dejaba expandir para crear nada nuevo y sencillamente aniquiló todo lo que estuvo frente a él.. Ni un átomo ni una partícula pudo huir. Ni un fulgor de la energía azul de aquel dios intruso y desprevenido pudo alentar esperanza. Una enorme bolsa oscura lo envolvió todo y lo desapareció por un momento. Fue un acto de fagocitar que nunca se había presenciado. Nunca se había concebido tanta energía acumulada, contenida y dormida en un solo lugar, y que sea capaz de rodear y absorber a una masa de energía y materia ajena. Nadie sabe bien cómo es ese proceso, solo trascendió que el Señor de los desiertos se llenó de más energía y se sintió poderoso.
Y tuvo deseos de que alguien vuelva a visitarlo sin avisar, para experimentar ese flujo embriagante de nuevas fuerzas que le hacían sentir único y especial. Matar empezó a volvérsele una costumbre.


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